“Yo soy una muerta viva, soy la testigo que sobrevivió”, se escuchó en la reunión que mantuvo la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en su visita a Bolivia, con el fin de investigar la represión en ese país, y que dejó más de 30 muertos.
La frase salió de los labios de Betina Gutiérrez, una de las manifestantes que estuvieron en el bloqueo en Senkata. “Yo estaba ahí en el bloqueo, no éramos ni 50. Me quedé cuando vi venir los tanques porque pensé que nos iban a hablar. Pero no, empezaron a disparar, sin una advertencia. Yo vi caer heridos a la mitad y luchamos para que no se lleven los cuerpos adentro de estación de Senkata. Vi a una niña con un disparo en la cara, no sé dónde está esa niña”.
El relato siguió, y fue poniendo imágenes en los integrantes de la CIDH que tomaban nota. “Vi a una señora de pollera herida y la quise arrastrar pero no pude porque era gordita. Me la sacaron de la mano y la metieron adentro. Pero me llevé un montón de cascos, para que no mientan. Y acá los tengo”, sentenció Betina.
Pero no fue lo único que se escuchó. En sintonía con la desgracia sufrida por la violencia de las fuerzas de seguridad, Ixalta Aliva golpeando sus manos contra el delantal que protege el plateado de su pollera indicó “como a animales, como a perros, como a perdices; así nos cazan”. De uno de sus bolsillos saca una fotocopia, el documento de identidad de un niño de 15, Jesús Aruhiza, hospitalizado con la mandíbula destruida por una bala. “¿Somos animales?”, insiste en preguntar.
Todos los testimonios concuerdan que en Senkata, el pasado 19 de noviembre llovieron balas. Balas que se llevaron vidas, número que asciende todos los días, pues hay personas heridas de tal gravedad que sus cuerpos no pueden resistir, como lo hicieron en los bloqueos.
Las calles de El Alto también son testigos de la masacre. En una de las pasarelas que cruza una avenida, cuelga un muñeco sin cabeza, allí, también cuelga un cartel con el recuento de las víctimas del gobierno de facto de Jeanine Añez.
Por el momento, son 10 las muertes oficiales que dejó la represión de Senkata, pero debe sumarse las personas desaparecidas y 540 personas heridas. En total, en todo Bolivia, desde que Jeanine Añez usurpó el poder ejecutivo, se cuentan, según la Defensoría del Pueblo, 870 personas heridas. Están ahí para que las vea la delegación de la CIDH.
La visita de la comisión de derechos humanos se debe al decreto firmado por la misma Añez, en el que se eximía de toda responsabilidad penal a militares que estuvieran en las represiones. La CIDH condenó este decreto porque consideraba que impulsaba la impunidad, y por ello, decidió visitar el convulsionado país.
La decisión de moverse a El Alto de la CIDH fue como recoger el guante de la provocación que habían sufrido quienes habían ido a testimoniar el sábado a un hotel del sur de La Paz, un hotel 5 estrellas cercado por manifestantes de los Comités Cívicos que insultaron a los organismos de Derechos Humanos -como la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos y la Asociación de familiares de detenidos y detenidas desaparecidas en América Latina, entre otros- y a familiares y personas heridas en la masacre de Senkata. “Estamos tan cansadas, yo soy de las más jóvenes y tengo más de 70; nunca me imaginé que iba a ver otro golpe”, dice Ruth Llanos, de Asofam y se deja abrazar por David Inca, de la Apdh que dejará frente a Pablo Abrao los testimonios que hablan de torturas, implantación de pruebas y hasta difamación de las personas fallecidas por “ebrias o terroristas”. “Áñez se bañó con sangre de los pobres”, dice el vocero de la Apdh, y concluye: “Peor que a animales, así nos tratan”.
Los testimonios se multiplicaron y todos reflejaron los mismo: el gobierno de Añez fue un golpe de estado, y su gobierno se erigió en medio de la violencia contra el pueblo que todavía hoy exige que se respete su voto.
Fuente: Página 12
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