Crónicas de la cuarentena: "Entre planillas y pantallas"

Entre planillas y pantallas

Crecí viéndola así. Combinando las tareas de la casa y de la escuela (está con el delantal de cocina porque se levantó temprano para cocinar y después tener su reunión). Hoy se está renovando un poquito, renegando otro tanto porque no termina de entender la tecnología, pero celebra y celebro con ella cada vez que logra enviar un archivo o hacer una video llamada.

Adelante, en el living, está mi tía. A veces se queda hasta la madruga para terminar las planillas que le piden de ayer para hoy. En la pieza se quedó mi papá, él no te maneja muchos libros, pero manda -mínimo- cincuenta audios por día para organizar, delegar, corregir y mandar tareas. Crecí así. Entre manuales y revistas Anteojito. Hoy, entre planillas y pantallas.

En los asados de los domingos, la escuela es el tema principal de conversación entre mis tías. Y, obvio, conocemos a todo el plantel docente.
Los veo trabajar 24/7 durante los 365 días del año desde que tengo memoria ¿Vacaciones? ¿What's?

Para los hijos de maestros la vida no es tan fácil, por mil razones que algunos de mis compañeros de primaria se encargaron de darme a conocer.

No es fácil porque tú mamá no deja de ser "la seño" en la casa, te sigue enseñando con esa pedagogía de la vieja, y de la buena. Y si tenés tres adultos docentes en casa, elévenlo al cubo. La demanda también aumenta.

Después de muchos años llegaron a cargos directivos. Desde entonces y desde mucho antes, cada tanto nos visitan los fines de semana sin invitación ni aviso, padres que necesitan resolver situaciones urgentes. También llegan otros miembros de la escuela que van y vienen con documentaciones y consultas. Llegan buscando a la "Señorita Civalero" (¿a cuál de las dos?) o al "Profesor Fernández". Y los míos hacen y responden como pueden.

La responsabilidad es el primer mandamiento en la casa. Pero la casa es primero, por lo menos para mi mamá y mi tía. Por eso mamá se levanta todos los días a las 7 para cocinar, limpiar, y trabajar. Anda "a los trotes" como ella dice. Reniega, se alegra y, a veces, también llora.

Mi tía le hace el aguante y se dividen las tareas, se ponen crema descontracturante y se preparan "tés relajantes". Cada uno tiene su propio Rivotril y se hacen el favor de recordarse el uno al otro de tomarlo para que no les agarre el "state quieto" que ya les dió un buen susto a cada uno.

Ojo, también tienen miles de satisfacciones, el brillo y la alegría que eso les da es todo lo que puedo desearles.Esta es mi familia, mi familia de docentes. Para mí no hay nadie mejor que ellos. Desde 1994, con dedicación y empeño, me muestran día a día lo que es laburar hasta caer rendido del sueño.

Esta es la vida que no se cuenta de los docentes.

Fernanda Belén Fernández Civalero