Morales: el patrón que se vistió de minero desde Nueva York

Luego de un paro de 8 días, una multitudinaria marcha con más de 600 mineros hacia San Salvador de Jujuy donde tuvieron que permanecer una noche a la intemperie, el conflicto entre los trabajadores de El Aguilar y la empresa Glencore concluyó de manera satisfactoria para las demandas obreras.

En la reunión realizada en Casa de Gobierno, con la participación de funcionarios provinciales y representantes de la empresa se arribó a un acuerdo positivo para las exigencias sindicales planteadas: remoción del Gerente Javier Ruiz Diaz denunciado por persecución laboral, el aval del Ministerio de Trabajo para supervisar la implementación de mayores medidas de seguridad y el compromiso de la empresa de abonar sueldos mal liquidados.

Esos resultados se obtuvieron a partir de una costosa y esforzada lucha que tuvo como fundamento la unidad de los trabajadores, organizada por un sindicato histórico como es AOMA, que se reivindica heredero de las luchas del líder sindical Avelino Bazan desaparecido por la dictadura militar. Esa historia de resistencia se hizo viva en el apoyo público del paro por parte de los ex mineros de El Aguilar presos políticos en los 70 y sus familiares, quienes no dudaron en alzar su voz, recordando otra histórica huelga y marcha obrera realizada 55 años atrás en 1964.

Pero además, enraizados en esa tradición se hizo sentir el vasto apoyo de las comunidades originarias, los habitantes de ciudades y pueblos de la Quebrada y Puna jujeños quienes valoran la cultura de trabajo y resistencia minera como propia. En cada pueblo que la marcha minera atravesó desde El Aguilar hasta San Salvador los mineros fueron aclamados, felicitados y acompañados espontáneamente por la gente en apoyo a su lucha que demanda el cumplimiento de derechos humanos básicos: un trato laboral digno, condiciones seguras de trabajo y el pago del salario acordado.

“Libres o Muertos, jamás esclavos” cantaban los mineros. Acaso para muchos jujeños que apoyaron esta lucha en cada ciudad, los mineros ejemplificaron la posibilidad de la clase trabajadora de resistir la precarización laboral y negarse a percibir sueldos de miseria que muchos deben aceptar calladamente, empleados estatales por ejemplo. Claro está, quedó en evidencia que para esa resistencia frente a la patronal se necesita un gremio fuerte, que apele a la unidad de sus representados, con una dirigencia consciente de lo que quiere obtener.

El poder es sensible a estas manifestaciones populares, sobre todo cuando cuentan con gran apoyo. No vaya a ser que el ejemplo se difunda y la gente pida más de lo que empresarios y estado quieren otorgar

En ese marco, e intuyendo el apoyo masivo de la huelga y movilización minera (no se le puede negar olfato político), el Gobernador Gerardo Morales intentó capitalizar el sentir popular.

“Quiero reivindicar la acción ejemplar que tuvieron los trabajadores de Mina El Aguilar”, manifestó a través de redes sociales cuando se encontraba en Nueva York, en un viaje oficial que nunca fue autorizado ni informado a la Legislatura como lo establece la ley, y que tiene un costo de al menos 10 mil pesos por día por cada integrante de la comitiva, cuya integración completa se desconoce.

“Fue un gusto acompañar su reclamo, por la naturaleza y la justicia del mismo, intervine en la situación, instruí a mi equipo de gobierno y obtuvimos una inmediata solución para los trabajadores”, continuó. En su intento por capitalizar y adjudicarse el acuerdo alcanzado gracias a la lucha de los trabajadores la maniobra discursiva del mandatario no pudo ser más obvia, subestimando el costo que tuvieron las medidas de fuerza para los mineros y a toda la opinión pública jujeña que los apoyó al mismo tiempo.

En su reivindicación del paro que llevaron los mineros durante 8 días y una marcha de 240 kilómetros el mandatario evidencia un doble discurso e hipocresía difíciles de disimular.

Al parecer cuando Morales representa la patronal su efervescencia popular y acompañamiento a los trabajadores se terminan. Como en agosto de 2016 cuando desacreditó una huelga de docentes y estatales al calificarla como un “paro político”. O como en mayo de este mismo año cuando anunció el descuento de los días de paro a estatales, anunciando en una entrevista en TV que “día trabajado, día pagado”.

A juzgar por sus declaraciones para el gobernador hay paros buenos y paros malos dependiendo de su conveniencia, o de qué lado del mostrador se encuentre. Si miramos su proceder, cuando encarna a la patronal entonces no corresponden las huelgas y hay que descontar a los trabajadores los días de medidas de fuerza. Que quede claro la huelga es un derecho constitucional y en ningún caso proceden los descuentos salariales.

Esta potestad de discriminar y decidir a voluntad cuáles medidas de fuerza son malas y cuales buenas se amplió en su posteo: “Los mineros tuvieron una actitud ejemplar. Por un lado, respetaron el Código Contravencional de Jujuy, que prohíbe el acampe en la vía pública; accedieron a dormir en el predio de la ex Estación de Ferrocarril. Y además, instalaron baño químicos propios y cuando finalizó la protesta limpiaron toda la Plaza Belgrano. Es otro Jujuy. El Jujuy que recuperó la paz, la convivencia, el respeto, el diálogo y el orden democrático”, agregó el mandatario provincial.

Lo cierto es que estas expresiones romantizando la lucha sindical a conveniencia y banalizando el sacrificio de los trabajadores reduciéndolo a la limpieza de una plaza como símbolo de paz, es una burla a la lucha de los mineros y a la dignidad de los trabajadores jujeños

Tal vez en Nueva York el gobernador no se enteró que los mineros bajaron a la ciudad no sólo para reclamar seguridad a  la multinacional Glencore sino también para recordarle la inoperancia de sus funcionarios y la complicidad del estado con la empresa. O quizás la vista imponente de los edificios de Manhattan ocultó que 8 días de un paro por tiempo indeterminado difícilmente evidencian una situación de paz

No sabemos si a la gran manzana llegaron ecos (hecho difícil de creer en épocas de conectividad absoluta)  de que los mineros ocuparon la Plaza Belgrano porque es pública, para reclamar por sus derechos laborales ejerciendo un derecho constitucional.

Los mineros conocían la vigencia del Código Contravencional que el gobierno sostiene y aplica contra las manifestaciones gremiales para tener "Paz" y por eso ocuparon la plaza y luego la limpiaron pero no pernoctaron en ella. Ese código se convierte en momentos de tensión social la única herramienta inconstitucional que tiene el estado provincial para sostener una "democracia de cristal".

Porque en Jujuy todos los días hay protestas, segmentadas eso si, de diferentes sectores, que dependen del estado o de su intervención: reclamos por educación, salud, comunidades originarias en favor del agua y contra la explotación contaminante del Litio y muchos otros. Entonces es cuando aparece el Morales patrón para aplicar descuentos y perseguir con contravenciones y multas a los trabajadores cuyos reclamos no le parecen tan románticos ni correctos.