Baca contra Baca  

por Reynaldo Castro*

 En mayo de 1996, Héctor Tizón recibió el premio Consagración Nacional y, en la Biblioteca Nacional, dijo que un escritor, ya en el ocaso, puede entender “la inquietud o el desasosiego de saberse siempre dos: el que es ostensible y el que huye y se esconde detrás de las palabras, que son como una coartada, como un disfraz o como una coraza para ser lo que no parece”.

La idea, muy borgeana, de una doble personalidad nos hace ver que podemos ser, en no pocas oportunidades, ser nuestro peor enemigo. En especial, cuando entramos al atardecer de la vida.

 Pablo Baca, publica en el portal Jujuy al Día, el 19 de agosto de este año, una respuesta a una nota que apareció, en un diario de Buenos Aires, firmada por María Daniela Yaccar. Cito al ex juez que no tiene quién le escriba: “Yaccar de Página12 cuenta, como si fuera un éxito, que se logró evitar la publicación de una antología porque a uno de los elegidos le desagradaba compartir el libro conmigo. Falta que mande a quemar mis libros”. Esto es mentira, como lo demostraré más adelante.

 Él dice que existe una “prehistoria” sobre los cuestionamientos que se le hacen. No cuenta que fue designado juez por el poder Ejecutivo (léase por el gobernador Gerardo Morales) con acuerdo de la Legislatura de Jujuy, como lo establece el artículo 155 de la Constitución Provincial. Ese acuerdo fue logrado con votos del oficialismo y sus aliados. En aquel tiempo, Baca se votó a sí mismo, porque era diputado oficialista; es decir, era el otro y era el mismo. Afirma –eso sí– que “sectores duros del kirchnerismo llevaban una campaña para intervenir la Justicia de Jujuy y obtener la libertad de Milagro Sala”. Dice, además, que esos sectores “montaron una operación política” en su contra. No nombra a las personas que integran (o integraban) esos sectores. Vamos a suponer que se refiere a Guillermo Snopek, autor del pedido de intervención al Poder Judicial de Jujuy, como informan distintos medios de comunicación, en los primeros meses del 2020.

Ahora bien, ¿Snopek es, para Baca, alguien que contiene a más de una persona? Digo esto porque él habló de” sectores”, en plural. ¿Alguien que sigue el derrotero de la política jujeña puede creer que el senador justicialista por Jujuy es un “duro” militante kirchnerista? Este legislador, en una entrevista que salió al aire por Radio Mitre precisó: "Yo presenté la intervención del Poder Judicial, no la liberación de Milagro Sala". Quizá, el ex juez (que había dicho que no iba a renunciar y a los pocos día renunció) incluye a Sala entre los sectores duros que quieren obtener la libertad de Sala. ¿Cuál Sala será? ¿La Negra tupaquera que afirmó, en agosto del 2013, después de la represión en Rentas: “Si esto es el kirchnerismo, que el kirchnerismo se vaya a la mierda” como reprodujo el diario Clarín? Estas preguntas surgen porque Baca, como escritor no es preciso. Porque él, un político en el ocaso, orina fuera del papagayo.

Sí es muy claro al definirme: “Reynaldo Castro, un personaje de las cloacas de las redes sociales”, expresión que no me molesta, pero que sorprende porque el estilo de Baca es otro; en estos días, por dar un ejemplo, subió una canción titulada: “Florcita de Caspalá”. La afirmación del poeta devenido en letrista me recuerda a otra que dijo Teresa Leonardi Herrán, cuando presentó, en el Archivo y Biblioteca de la Provincia de Salta, el 25 de julio de 2014, mi libro El norte del sur: Escritores, escribidores y otros sujetos de moral dudosa. Ella dijo que soy un contrabandista de la memoria, un poeta de la escoria. Citó a Walter Benjamin: “Al trapero y al poeta, a ambos les concierne la escoria". La Kuky Herrán explica que” en el contexto benjaminiano "escoria" son los desechos materiales y culturales que la sociedad capitalista desecha y les compete al trapero y al poeta revolucionario la honrosa tarea de rescate y recuperación de los escombros y su potencial subversivo”.

Volvamos a las palabras que publicó el ex juez: “Lo del mundo de la cultura no me interesa”. ¿Será verdad lo que dice? Tal vez sea otro Baca el que afirmó esto: “Soy un hombre del derecho y de la cultura”. Esta afirmación fue impresa en octubre del 2005, cuando él encabezaba la lista de candidatos de diputados provinciales del Frente Jujeño que tenía como principal partido a la Unión Cívica Radical. No vale la pena recordar que, en su juventud, Baca militó en el partido Intransigente. Como político es muy borgeano.

Como hombre del derecho miente cuando afirma que “se logró evitar una antología”. Hasta el momento de escribir estas líneas (noche del viernes 20), la presentación del libro publicado por Cuadernos del Duende sigue en la programación de la Feria del libro de Jujuy. Miente, además, cuando afirma que” a uno de los elegidos le desagradaba compartir el libro conmigo”. Ese “uno” se llama Saúl Solano, ya que Baca no quiere o teme dar nombre, lo aclaro para facilitar la lectura. Hay un texto circulando de este innombrable por las cloacas de las redes sociales. También hay otro texto que Baca no menciona: una lapidaria declaración de Estela Mamaní. En este caso no hay dudas: no la nombra porque teme la furia que puede despertar entre mujeres que viven en una de las provincias que más casos de femicidios registra en el último año.

Nadie mandó a quemar libros de Baca, como él teme. Sí lo hizo el poeta Daniel Romero Villar, quien además lo nominalizó como “el poeta carcelero”; el texto circuló por las cloacas que ya mencionamos. Esta mañana, en una entrevista que realizó Laura Barberís, la dueña de una librería jujeña afirmó que no venderá libros de Baca hasta tanto no salga la sentencia de absolución.

Un par de cuestiones más donde Baca miente. Afirma que hice dos compilaciones (me rebaja el precio porque hice una antología que incluía, además de los poemas –inclusive los suyos–, una encuesta, críticas, fotografías, información contextual y un buen diseño original). Afirma que en Nueva poesía de Jujuy apenas escribí el prólogo. Para refutar ese ninguneo citaré a Baca que escribió este texto en 1997:

Con esta antología Reynaldo trazó una línea sobre el final de la dictadura y su trazo se convirtió en algo definitivo. Aunque parezca un poco grandilocuente. Me explico. Durante el Proceso había llegado a dominar el ámbito público de nuestra literatura un cierto tipo de expresión lógicamente muy mala: anacrónica, pasiva, incluso inerte. No es que aquellos ilustrados fueran malas personas: supongo que era la época. Pero vino Reynaldo y trazó por ahí una línea y chau. Lo que tuvo sus víctimas, porque fueron unos cuantos los que quedaron afuera. Lo que importa es lo que ocurrió de este lado de esa línea. “Dispersos por dispersas capitales...”, como empieza Borges su “Invocación a Joyce”. Acaso no era para tanto. No se trataba de capitales, sino –cuanto mucho– de barrios. Pero dispersos, es verdad. Y entonces Reynaldo hizo un dibujo y una teoría, un poco reales y un poco falsos como cualquier dibujo y cualquier teoría, pero fue suficiente para la alegría de inventar un obra en común.

 Es que hasta entonces la poesía había sido una forma de comunicación desde lo más íntimo, pero en secreto: jugábamos a decir las cosas por debajo del silencio de aquellos años. Y de pronto con la Antología la poesía pasó a ser un artificio en el que se reunían las vidas y todos pasábamos a formar parte de un aparato. Eso fue al menos lo que nos hizo creer. Posiblemente por falta de experiencia, Reynaldo hizo algunas cosas más. Recuerdo por ejemplo un encuentro en Mina 9 de octubre. Una tarde fría en aquel pueblo abandonado en una pieza mal iluminada y rodeada de edificios en ruinas el tucumano Manuel Martínez Novillo expuso sobre el inconsciente y Cristina Siscar sobre la poesía actual y Víctor Redondo leyó algo de Circe. Todo un poco extraño. Pero lo más extraño fue que con la Antología lo extraño se impuso y estuvo unos días en la mitad del mundo. Y fueron días bastantes épicos, como paradójicamente ocurre cada vez que la lírica instala alguna de sus precarias bases en este mundo. Por eso le dije que se pusiera en esta nueva edición. Tenía que estar. Lo he visitado a la mañana. Estaba intentando hacer creer al jefe de personal de la municipalidad que puede trabajar por Internet sin firmar la asistencia. Con el mismo aspecto y la misma propensión a patear tableros, aunque ya más grande y con hijos. Lo que quería era agradecerle porque estamos por aparecer de nuevo. Todo muy grandilocuente, pero no digan que no avisé.

Por patear tableros me echaron de la municipalidad, también del rectorado de la UNJu y de otros lugares me fui por propia voluntad. Hace rato que terminé la amistad que tenía con Baca. No puedo ser amigo de alguien que miente al afirmar que nunca he reconocido a Andrés Fidalgo, como el maestro que nos guió a todxs (menos a uno) por los caminos de la memoria. En una nota que está en las primeras páginas de Con vida los llevaron escribí que he “contado con una fuente experta como asesoramiento continuo: Andrés Fidalgo y su minucioso archivo personal referido a la temática de este libro”. También, en el acto de presentación de este libro, en el 2004 (tengo fotos de un Baca muy contento porque es la única vez que vio tanto público en una presentación literaria) dije:

Mi primer trabajo sistemático con la problemática de las violaciones a los DDHH fue cuando Andrés Fidalgo escribió su libro Jujuy, 1966/1983 que es la plataforma donde se apoya el mío. Entonces, a mediados de 1999, Andrés me contrató como secretario. Ahora entiendo que no me necesitaba, sino que él intuyó que yo podría escribir un libro como el que hoy nos convoca. Me pagó un buen sueldo, mes a mes, para enseñarme a escribir sobre la memoria.

 ¿Cómo tiene cara para escribir, entonces, que escribí “un libro muy valioso con testimonios de víctimas del terrorismo de Estado” en el que usé información de Andrés Fidalgo y, según Baca, “luego de su muerte”, me olvidé de reconocer? ¿Qué otras mentiras es capaz de disparar Baca? ¿Puede alguien que miente tan burdamente haber sido juez en nuestra democracia? ¿Por qué no nombra a Estela Mamaní después de haberle mandado mensajes para que retire su malestar por estar incluida en un mismo libro? ¿Qué más tiene que ocultar sobre las mujeres?

Tizón, un hombre de derecho y de la cultura, dijo que empezó la carrera de abogacía por la parte final: la filosofía del derecho. Comprendió, rápidamente, que toda contienda de opiniones se define por otra opinión: la del juez. No se llenó la boca con la verdad y no dijo tantas mentiras juntas como sí lo hizo el ex juez. Si aún fuese mi amigo y aquel gran escritor que fue, le diría, a aquel Baca, a ese otro que ya no es, que se retire por la puerta de atrás.

* Escritor. Periodista. Docente e investigador universitario